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Trump hace una apuesta fatídica poniendo a prueba su fe de toda la vida en el poder de los aranceles

Análisis por Stephen Collinson, CNN

Donald Trump acaba de hacer la mayor apuesta de su joven segunda presidencia.

Sus aranceles del 25% contra Canadá y México, que entraron en vigor a medianoche, supusieron una nueva sacudida para una economía que muestra signos alarmantes de ralentización del crecimiento y aumento de la inflación, una combinación peligrosa para cualquier presidente.

Trump también duplicó un arancel adicional sobre todas las importaciones chinas hasta el 20%, en un trío de decisiones que hicieron caer las acciones, una medida apreciada de su propio rendimiento. El momento fue poco propicio, antes de que Trump pronuncie un discurso conjunto ante el Congreso este martes por la noche, que será seguido por una nación nerviosa por los precios obstinadamente altos de la vivienda y los comestibles. Pero para la audiencia más reducida de sus partidarios más fieles, que no muestran signos de despegarse, Trump probablemente facturará sus nuevas guerras comerciales como prueba de determinación y compromiso con sus promesas populistas.

La decisión de Trump de apretar el botón, después de haber retrasado previamente los aranceles a los vecinos estadounidenses hace un mes, refleja un duelo entre su corazón político y su cabeza.

El presidente, a menudo volátil, ha considerado los aranceles como una herramienta económica casi sobrenatural desde sus negocios como magnate inmobiliario en la trepidante década de 1980. Junto con la inmigración, la idea de que los países extranjeros estafan constantemente a Estados Unidos constituye la base de su carrera política.

“A la gente le va a salir muy caro aprovecharse de este país. No pueden venir y robar nuestro dinero y robar nuestros trabajos y llevarse nuestras fábricas y llevarse nuestros negocios y esperar no ser castigados”, dijo Trump este lunes. “Y están siendo castigados con aranceles. Es un arma muy poderosa que los políticos no han usado porque eran deshonestos, estúpidos o estaban pagados de alguna otra forma”.

Hasta las últimas horas de este lunes, los inversores esperaban que Trump diera un paso atrás. Antes, el secretario de Comercio, Howard Lutnick, dijo a CNN que México y Canadá habían hecho un “buen trabajo” para limitar los cruces fronterizos ilegales hacia Estados Unidos, pero que necesitaban hacer más para detener el flujo de fentanilo, lo que generó expectativas sobre otra posible pausa arancelaria, como ocurrió hace un mes después de que ambas naciones reforzaran la seguridad fronteriza.

Pero el anuncio de Trump de que no quedaba tiempo para que Canadá y México actuaran hizo que las bolsas se desplomaran a última hora de la tarde, con el Dow perdiendo 650 puntos o un 1,48% al cierre y con el S&P un 1,76%, en su mayor caída en un solo día del año.

“El mercado esperaba que ocurriera algo que significara que los aranceles no se aplicarían… esto se suma a un fuerte olor a estanflación; es decir, menor crecimiento y alta inflación, que se ha hecho evidente en una serie de datos y, como sabemos, los aranceles solo acentuarán el olor a estanflación”, dijo Mohamed El-Erian, presidente del Queens College de Cambridge, a Richard Quest en CNN International.

La decisión de Trump de iniciar guerras comerciales a gran escala con los vecinos de Estados Unidos es un hito en su segundo mandato y es solo la última ocasión en la que se ha ceñido a sus arrolladoras promesas electorales a pesar de los enormes trastornos que supone cumplir su palabra.

Y es un recordatorio de la ambición que subyace a su regreso a la Casa Blanca, y de lo que considera asuntos pendientes. Si los aranceles perduran, pondrán de relieve su determinación de seguir adelante con los objetivos de los que fue disuadido en su primer mandato por sus ayudantes políticos.

Ahora está intentando rehacer el mundo en varios frentes.

Antes de intensificar sus esfuerzos por derribar el sistema mundial de libre comercio y décadas de globalización, Trump puso en duda las garantías de seguridad de Estados Unidos que han sustentado la alianza transatlántica desde la Segunda Guerra Mundial. Y su esfuerzo por destripar las agencias federales estadounidenses junto a Elon Musk es un intento de borrar el orden de gobierno interno y el servicio civil de carrera que prevaleció a lo largo de muchas presidencias de ambos partidos.

La fe de Trump en los aranceles sobrevive a todas las advertencias de los analistas económicos de que serán los consumidores y no las potencias comerciales rivales quienes los paguen.

Los aranceles –un instrumento utilizado durante generaciones en la historia de Estados Unidos, pero que se eliminó en gran medida en el siglo XX– están grabados en el ADN del movimiento “Estados Unidos primero” de Trump. Su aplicación contra Canadá es un reflejo de la visión del mundo que subyace a su arremetida contra el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, en el Despacho Oval la semana pasada. Para Trump, toda política exterior es una transacción monetaria en la que Estados Unidos gana o se aprovecha. Esta mentalidad excluye la idea de que Estados Unidos tenga amigos o aliados con intereses comunes. En cambio, su uso de los aranceles para tratar de arrancar concesiones a México y Canadá en materia de inmigración demuestra que su Casa Blanca no los ve como una herramienta exclusivamente económica, sino como parte de un arsenal de seguridad nacional más profundo.

El giro de Trump contra sus vecinos –con quienes cerró un acuerdo comercial norteamericano actualizado en su primer mandato– ha fracturado lazos que son profundos.

Amenaza con sumir a Canadá, amigo fiel durante mucho tiempo y mitad de una de las relaciones comerciales más rentables del mundo, en una recesión y con generar fuertes pérdidas de empleo. Esto, así como las sugerencias de Trump de que el Gran Norte Blanco se convierta en el Estado número 51, desataron la furia al norte de la frontera y el boicot generalizado a los productos estadounidenses.

La ministra de Asuntos Exteriores de Canadá, Melanie Joly, prometió este lunes que el Gobierno de Ottawa estaba “preparado” para imponer aranceles a productos estadounidenses por valor de US$ 155.000 millones, incluido un primer tramo de US$ 30.000 millones. México también ha prometido responder, lo que plantea la perspectiva de una guerra económica prolongada a menos que Trump dé marcha atrás, quizás con una declaración de victoria inventada antes de que los nuevos aranceles hayan tenido tiempo de dañar seriamente la economía regional.

Trump se ha metido en un aprieto político. Si impone aranceles, juega con fuego. Si no lo hace, todos pensarán que siempre está simulando y perjudicará su propia influencia económica.

Incluso si cede, las constantes amenazas de Trump están ensombreciendo un entorno inestable para inversores y consumidores.

A pesar de su legendaria resistencia, la economía estadounidense está mostrando debilidad. La confianza del consumidor está cayendo junto con el gasto de los consumidores. El modelo GDPNow de la Reserva Federal de Atlanta preveía este lunes un descenso del crecimiento del 2,8% para el trimestre en curso.

Así pues, Trump –que también promete aranceles recíprocos sobre la mayoría de las importaciones mundiales el mes que viene– podría estar jugando con fuego económico.

El riesgo es especialmente grave desde que la frustración de los votantes con los altos precios de la vivienda y los comestibles le ayudó a alzarse con la victoria en las elecciones del año pasado. No solucionar esos problemas, o agravarlos con aranceles sobre la madera y los productos agrícolas, podría generar una reacción violenta, especialmente para los legisladores republicanos en las elecciones de mitad de mandato del próximo año. En una encuesta de CNN/SSRS publicada el domingo, el 52% de los encuestados dijo que Trump no había prestado suficiente atención a los problemas más importantes del país.

La justificación de Trump para esgrimir aranceles es que décadas de políticas de libre comercio y medidas como la incorporación de China a la Organización Mundial del Comercio vaciaron la industria manufacturera estadounidense y enviaron millones de empleos obreros estadounidenses al extranjero. No le falta razón, aunque esas políticas también elevaron el nivel de vida de los estadounidenses con una avalancha de importaciones a precios más bajos. Y Trump cree que la reinstauración de barreras comerciales traerá de vuelta esos empleos y fábricas.

“Como ejemplo, Carolina del Norte… Yo solía ir allí a comprar muebles para hoteles, y ha sido arrasado. Todo ese negocio se fue a otros países. Y ahora, va a volver a Carolina del Norte”, dijo el presidente elste lunes. Para reafirmar su postura, el presidente compareció este lunes en la Casa Blanca con el CEO de Taiwan Semiconductor Manufacturing, que se comprometió a invertir US$ 100.000 millones en la fabricación de chips en Estados Unidos.

Pero a menos de cuatro años del final del mandato de Trump, ¿acometerán las empresas el gasto y el trastorno de trasladar plantas de economías con salarios más bajos al extranjero? E incluso si lo hacen, los mayores costes de mano de obra, materiales y transporte en una economía desarrollada podrían significar precios más altos en las tiendas.

Los demócratas, que han tenido dificultades para responder a la conmoción y el pavor de Trump, de repente tienen una oportunidad.

La senadora por Massachusetts Elizabeth Warren, que a veces ha defendido los aranceles como parte de una estrategia económica más amplia, advirtió de que la perspectiva de la inflación amortiguaría el discurso de Trump este martes. “Fíjense en el aprieto en el que esto le pone”, dijo la demócrata a Kasie Hunt, de CNN, en la edición inaugural de su nuevo programa “The Arena”.

“Recuerden, él (estaba) diciendo el primer día que bajaría los precios para las familias estadounidenses, el primer día”, dijo Warren. “Después de ser elegido, dijo que fue elegido basándose en los precios de los comestibles y en sus promesas; ahora llevamos seis semanas y no ha hecho nada para bajar los precios. Y, de hecho, parece que la inflación está subiendo. Con estos aranceles, sabemos que los costes subirán para las familias”.

“Entonces, está haciendo exactamente lo contrario de lo que prometió”.

Los comentarios de Warren pusieron de relieve la apuesta de Trump. No hay forma de que los importadores puedan soportar el coste de aranceles del 20% o el 25% sin repercutirlos en los consumidores. Y cuando los tomates, y la fruta y el gas y el alcohol se disparen de precio y los automóviles nuevos estén de repente fuera de su alcance, su fe de toda la vida y no probada en las propiedades mágicas de los “hermosos” aranceles podría estrellarse de cabeza contra la realidad.

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