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Trump y Francisco, ambos elegidos como outsiders, se enfrentaron a distancia sobre políticas y liderazgo opuestos

Por Ivana Kottasová, Michael Williams y Kevin Liptak, CNN

Cuando el recién elegido papa Francisco regresó a la recepción de su hotel en Roma para pagar personalmente su cuenta un día después de ser presentado ante una multitud que lo vitoreaba en la Plaza de San Pedro en 2013, fue un primer vistazo a la modestia que definiría su papado.

Pero para un desarrollador inmobiliario convertido en estrella de reality shows que observaba los desarrollos desde su penthouse en Manhattan, fue señal de algo más.

“No me gusta ver al papa de pie en la caja de un hotel para pagar su cuenta”, escribió Donald Trump en Twitter, a años de lanzar su primera candidatura presidencial. “¡No es propio de un papa!”.

Había poco en común entre el ahora presidente Trump y el papa Francisco, quien murió este lunes a los 88 años. Ambos hombres discutieron a distancia sobre temas de inmigración y medio ambiente, adoptaron enfoques divergentes respecto a la suntuosidad de sus respectivos cargos y vivieron vidas muy diferentes.

“¡Por eso nunca seré papa!”, respondió Trump a un comentarista en su publicación de 2013, quien observó: “La diferencia entre el papa y tú es que el papa no tiene que presumir constantemente de lo grande que es”.

Sin embargo, a pesar de todas las diferencias obvias, hubo cierta superposición en cómo Francisco y Trump llegaron a sus puestos y en cómo veían sus roles.

Cada uno fue elegido como outsider y trajo a su cargo la promesa de representar a los olvidados de la sociedad: para Trump, los trabajadores estadounidenses que —según él— Washington pasó por alto en una era de globalización; y para Francisco, los pobres y marginados, a menudo dejados de lado en un mundo que cambia rápidamente.

Ambos también buscaron cambios dramáticos en las instituciones que dirigían: el extenso gobierno federal para Trump y la Iglesia Católica de mil millones de personas para Francisco.

Cuando se conocieron durante el primer mandato de Trump en el Vaticano en 2017 —su único encuentro presencial—, Trump y Francisco ya habían estado discutiendo sobre el tema de la inmigración después de que Francisco declarara que cualquiera que construyera un muro para impedir el paso de los migrantes “no era cristiano”. Trump había dedicado la campaña presidencial de 2016 a prometer construir un muro a lo largo de la frontera sur de Estados Unidos para impedir el paso de los migrantes.

Esas diferencias quedaron a un lado durante la visita de Trump, a quien acompañó su esposa Melania, quien lució el tradicional velo negro. Ambos líderes parecían decididos a no dejar que su disputa arruinara el encuentro.

Y como la mayoría de los presidentes antes que él, Trump salió de su reunión con el Papa con una expresión de asombro.

“Es excepcional, es realmente bueno. Tuvimos una reunión fantástica y un recorrido fantástico; fue realmente hermoso”, dijo Trump.

Trump y la primera dama habían llegado al Vaticano aproximadamente media hora antes; su larga caravana y su todoterreno negro blindado contrastaban marcadamente con el Ford Focus azul en el que el propio Francisco había llegado a trabajar ese día.

La reunión no estuvo completamente exenta de política. El papa le entregó a Trump una copia de su influyente encíclica sobre la preservación del medio ambiente, lo cual se interpretó como un intento de Francisco de animar a Trump a intensificar sus esfuerzos para combatir el cambio climático. (No pareció efectivo; Trump se retiró del acuerdo climático de París unas semanas después).

Al igual que muchos líderes mundiales que observan a Trump desde lejos, a Francisco le resultó más fácil hablar con Trump de lo que su lenguaje áspero durante la campaña podría haber sugerido.

Alivió el ambiente cuando estrechó la mano de Melania Trump y le preguntó en italiano: “¿Le diste potica para comer?”, refiriéndose al postre esloveno que pocos podían imaginar que la glamorosa exmodelo prepararía en la cocina de la Casa Blanca.

Francisco también le entregó a Trump un medallón grabado con la imagen de un olivo, que explicó era “un símbolo de paz”.

“Nos viene bien la paz”, respondió Trump. Al despedirse, Trump le dijo: “No olvidaré lo que dijiste”.

Los tres presidentes estadounidenses que conocieron a Francisco se sintieron conmovidos por la experiencia de diferentes maneras. El presidente Barack Obama tuvo la inusual decisión de viajar a la Base Conjunta Andrews para saludar a Francisco al inicio de la impactante visita del papa a Estados Unidos en 2015.

Más tarde, Francisco encabezó un breve desfile en su papamóvil al aire libre por el jardín sur, que estaba repleto de miles de personas que habían acudido para presenciar una rara visita papal a la Casa Blanca. Algunos llevaban bebés para que el papa los besara.

El momento cultural no se pudo negar varios meses después, en Halloween, cuando el hijo de un funcionario de la administración llegó al evento anual de trick or treating de la Casa Blanca vestido como el pontífice, con todo y un pequeño automóvil blanco.

Fue durante esa visita que Francisco se reunió en privado con familiares del entonces vicepresidente Joe Biden inmediatamente después de la muerte de su hijo Beau Biden por cáncer. Al asesorar a los Biden en un hangar del Aeropuerto Internacional de Filadelfia, Francisco “nos brindó un consuelo que incluso él, creo, comprenderá”, relataría Biden más tarde.

Tras asumir la presidencia, Biden viajó a Roma en medio de un intenso debate en la Iglesia católica estadounidense sobre si él y otros políticos que apoyan el derecho al aborto deberían comulgar. Posteriormente, Biden declaró que Francisco lo había llamado un “buen católico” y que debía seguir recibiendo el sacramento.

El año pasado, mientras se preparaba para dejar el cargo bajo una nube de decepción tras su salida de la contienda electoral de 2024 y la derrota de su vicepresidente ante Trump, Biden había planeado visitar Roma de nuevo para reunirse con Francisco. El viaje se canceló debido a los incendios forestales en Los Ángeles, pero en sus últimos días como presidente, Biden le otorgó a Francisco la mayor condecoración civil del país: la Medalla Presidencial de la Libertad.

Trump y Francisco no volverían a verse después de su encuentro de 2017. Tras la elección de Trump para un segundo mandato, Francisco criticó duramente los planes de su administración de deportaciones masivas, advirtiendo que tal medida privaría a los migrantes de su dignidad inherente y “tendría un mal final”.

La incansable defensa de los migrantes por parte del papa Francisco lo llevó a criticar duramente las políticas de deportación migratoria del presidente Donald Trump en los meses previos a su muerte.

En una carta de febrero a los obispos estadounidenses, el papa brindó una crítica al trato de Trump a los migrantes, y dijo que “el acto de deportar a personas que en muchos casos han abandonado su propia tierra por razones de extrema pobreza, inseguridad, explotación, persecución o grave deterioro del medio ambiente, daña la dignidad de muchos hombres y mujeres”.

He seguido de cerca la gran crisis que está teniendo lugar en Estados Unidos con el inicio de un programa de deportaciones masivas. La conciencia rectamente formada no puede dejar de emitir un juicio crítico y expresar su desacuerdo con cualquier medida que identifique tácita o explícitamente el estatus ilegal de algunos migrantes con la criminalidad”, escribió el papa.

En cierto sentido, la ruptura pareció reflejar una creciente división entre los católicos estadounidenses tradicionalistas y el Vaticano bajo el liderazgo de Francisco, que había buscado ser más inclusivo con las parejas del mismo sexo, las mujeres y otros grupos.

Aun así, la discordia no pareció filtrarse en la reunión de Vance con Francisco el Domingo de Pascua, justo un día antes de su muerte. Vance parece haber sido el último líder mundial con el que Francisco se reunió antes de morir. Se sentó brevemente con el papa en una sala de recepción de la Casa Santa Marta, la casa de huéspedes del Vaticano donde reside desde su elección en 2013.

Vance, quien se ha definido como un “católico novato” tras convertirse a la fe de adulto, estuvo en el Vaticano el domingo menos de 20 minutos, y la reunión no había sido confirmada con antelación. Durante la breve sesión, el papa le regaló al vicepresidente una corbata, rosarios y tres grandes huevos de Pascua de chocolate para los tres hijos de Vance.

“Rezo por ti todos los días”, se escuchó a Vance decirle al Pontífice mientras estaban sentados juntos en el Vaticano.

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