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Todo el mundo habla de Groenlandia. Así es al visitarla

Por Mark Stratton, CNN

Hace unas semanas, Groenlandia seguía tranquilamente con el invierno, mientras el territorio se adentraba en la oscuridad que envuelve los confines septentrionales del mundo en esta época del año.

Pero las consideraciones del presidente electo Donald Trump sobre la posibilidad de que Estados Unidos se apodere de esta isla de 56.000 habitantes, en su mayoría inuit, ubicada a medio camino entre Nueva York y Moscú, han sacado a Groenlandia de su helado anonimato ártico.

Dinamarca, para quien Groenlandia es una dependencia autónoma de la corona, ha protestado diciendo que no está en venta. Los funcionarios de Groenlandia, por su parte, han intentado hacer valer el derecho del territorio a la independencia.

La conversación se intensificó después del 7 de enero, cuando Donald Trump Jr. realizó una visita fugaz.

Si Trump Jr. se hubiera quedado algo más que para hacerse una foto, habría descubierto una naturaleza agreste y virgen, impregnada de una rica cultura indígena.

Una inhóspita capa de hielo de varios kilómetros de profundidad cubre el 80% de Groenlandia, obligando a los inuit a habitar a lo largo de las costas en comunidades pintadas de vivos colores. Aquí pasan inviernos brutalmente fríos cazando focas en el hielo bajo la aurora boreal en una oscuridad casi perpetua. Aunque actualmente también pueden recurrir a las tiendas comunitarias.

A lo largo de los años, el problema para los viajeros ha sido llegar a Groenlandia en vuelos indirectos que consumen mucho tiempo. Eso está cambiando. A finales de 2024, la capital, Nuuk, inauguró un aeropuerto internacional largamente aplazado. A partir de junio de 2025, United Airlines ofrecerá dos vuelos semanales directos desde Newark a Nuuk.

Para 2026 está prevista la apertura de otros dos aeropuertos internacionales: el de Qaqortoq, en el sur de Groenlandia, y el de Ilulissat, el único centro turístico de la isla.

Ubicado en la costa occidental, Ilulissat es un bonito puerto de pesca de fletán y camarones en una oscura bahía rocosa donde los visitantes pueden sentarse en pubs a beber cervezas artesanales filtradas por el hielo glaciar de 100.000 años de antigüedad.

Es un lugar para dejarse impresionar por el Icefjord, Patrimonio Mundial de la UNESCO, donde icebergs del tamaño de rascacielos de Manhattan se desprenden del casquete glaciar de Groenlandia para flotar como barcos fantasmales en la bahía circundante de Disko.

Pequeñas embarcaciones llevan a los visitantes a navegar de cerca entre la magnífica flotilla de icebergs de la bahía. Pero no demasiado cerca.

“Una vez estaba en mi barco y vi cómo uno de estos icebergs se partía en dos. Los trozos cayeron de espaldas al mar y crearon una ola gigante”, cuenta David Karlsen, capitán de la embarcación recreativa Katak. “…No me quedé cerca”.

Los otros gigantes de la bahía de Disko son las ballenas. De junio a septiembre, las ballenas jorobadas se reúnen con rorcuales comunes y rorcuales aliblancos para darse un festín de plancton. La observación de ballenas es excelente en toda la escarpada costa de Groenlandia.

Aquí se comen ballenas. Los visitantes no deben sorprenderse de encontrarse con el tradicional manjar groenlandés del mattak: piel y grasa de ballena que, al probarla, se asemeja a masticar goma. Las comunidades inuit tienen cuotas no sólo para cazar narvales, sino también osos polares, bueyes almizcleros y caribúes, que también pueden aparecer en los menús.

Ilulissat es también un centro de cruceros marítimos costeros. El aumento del turismo de cruceros impulsó la cifra récord de 141.000 visitantes a Groenlandia en 2024. La costa occidental es especialmente popular entre los cruceristas, que suelen partir de Norteamérica o Islandia.

Desde Ilulissat, los cruceros bordean la costa en dirección sur, y hacen escala en pequeñas y bonitas comunidades de casas pintadas de verde, azul, amarillo y morado, y en la isla de Qeqertarsuaq (Disko), donde las montañas de cima plana están coronadas por glaciares.

También explorarán las sorprendentes aguas azules del fiordo de la Eternidad, cerca de Maniitsoq, y los antiguos yacimientos de cabañas de las paleoculturas preinuit del sur de Groenlandia y los restos de casas vikingas que datan de su llegada en el siglo X.

Una forma más orgánica de ver esta costa es en el transbordador costero de varios días, el Sarfaq Ittuk, de la línea Arctic Umiaq. Es menos corporativo que los modernos cruceros y los viajeros pueden conocer a los trabajadores inuit. Groenlandia es cara. Una lechuga en una tienda local puede costar US$ 10, pero este viaje costero no costará muchísimo dinero.

Actualmente, lo mejor para explorar el lado salvaje de Groenlandia es dirigirse a la costa este, frente a Europa. Es una zona agreste, con muchos menos turistas y un litoral de fiordos donde los icebergs se desplazan hacia el sur. No hay carreteras y la dispersa población de poco más de 3.500 habitantes habita un litoral cuya distancia es aproximadamente la de Nueva York a Denver.

Un número creciente de pequeñas embarcaciones de expedición exploran esta remota costa por sus paisajes helados y su fauna. Cada vez es más popular el mayor sistema de fiordos del mundo, Scoresby Sound, con sus montañas de colmillos afilados y valles colgantes ahogados por glaciares. Al navegar hacia el norte se encuentra el prosaicamente llamado Parque Nacional del Noreste de Groenlandia, fabuloso para avistar fauna en la tundra.

Los viajeros vienen a ver osos polares que, durante el verano boreal, se acercan a tierra firme al derretirse el hielo marino. También hay bueyes almizcleros, grandes bandadas de gansos migratorios, zorros árticos y morsas.

Algunos de estos animales son presa fácil para las comunidades locales. Quizá la visita cultural más interesante de Groenlandia sea a un pueblo que tardarás más en aprender a pronunciar que en recorrer: Ittoqqortoormiit. A ochocientos kilómetros al norte de su asentamiento vecino, los 345 habitantes viven aislados durante nueve meses al año. Los barcos salen a su encuentro durante el breve deshielo estival, entre junio y agosto.

Encerrados por el hielo, han conservado sus costumbres tradicionales.

“Mis padres cazan casi toda su comida”, explica Mette Barselajsen, propietaria del único hostal de Ittoqqortoormiit. “Prefieren las viejas costumbres, enterrarla en la tierra para que fermente y se conserve. Un solo buey almizclero puede aportar 200 kg de carne”.

Para desplazarse en invierno, los inuit prefieren actualmente las motos de nieve, aunque siguen conservando sus perros de trineo. En invierno, ofrecen a los intrépidos visitantes paseos en trineo tirado por perros, abrigados contra las bajas temperaturas. Pueden durar una hora o formar parte de expediciones de varios días, a veces con la experiencia añadida de aprender a construir un iglú. Sisimiut, en la costa oeste, y Tasilaq, en el sureste, son centros invernales activos de trineos tirados por perros.

Pero la atracción más estelar del invierno es la observación de auroras boreales. Con escasa contaminación lumínica urbana, Groenlandia es un lienzo oscuro para disfrutar del espectáculo, y las vacaciones para observar auroras boreales son cada vez más populares.

Al aire libre, Groenlandia se está forjando una reputación entre los entusiastas de la aventura: desde expediciones de esquí de larga distancia y heliesquí en el casquete glaciar hasta caminatas por el sendero del Círculo Polar Ártico, de 160 km de longitud, desde Kangerslussuaq, donde es necesario llevar armas de fuego para efectuar disparos de advertencia en caso de encuentro con osos polares.

La vida está cambiando aquí. La crisis climática se está comiendo su casquete glaciar y Groenlandia puede acabar siendo un peón en una partida de ajedrez geopolítico. Pero, por ahora, el brillo de la atención internacional debería arrojar una luz favorable sobre uno de los destinos turísticos más salvajes de la Tierra.

The-CNN-Wire
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El escritor Mark Stratton es un especialista en el Ártico que ha viajado a Groenlandia seis veces. Se ha maravillado con las auroras boreales, ha navegado hasta la isla de Disko, ha andado en trineo tirado por perros con los inuit y una vez se quedó atrapado en un toldo de hielo.

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