Temerosos de dormir bajo techo: los menores que sobrevivieron al devastador terremoto en Turquía y Siria están traumatizados
Alexandra Ferguson
Abu Dhabi, EAU (CNN) — “Antes saltaba como una mariposa. Ahora está psicológicamente destrozada”.
Samer Sharif, de 51 años, habla de su hija Salma, de 15 años, que presenció la muerte de su hermano y su madre en el terremoto del 6 de febrero, y que durante varios días creyó que había quedado huérfana antes de reunirse inesperadamente con su padre.
Tras el terremoto, Sharif recibió la noticia de que Salma, su hermano Mohammed, de 10 años, y su exesposa habían muerto.
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De pie ante el edificio que se derrumbó sobre su familia, en Antakya, al sur de Turquía, Sharif dijo que “se encontró con la muerte en ese momento”.
“No queda nada en Antakya. Todo ha desaparecido”, declaró a CNN.
Tras dormir en la calle durante dos días, Sharif se marchó a Estambul, donde se alojó con su hermana y su marido.
Allí recibió una buena noticia: su hija estaba viva y se recuperaba en el hospital.
Los sobrevivientes del terremoto Samer Sharif, de 51 años, y su hija Salma, de 15, aparecen juntos en la foto. Cortesía de Samer Sharif
Padre e hija se reencontraron y, aunque se sintieron aliviados, nunca volverán a ser los mismos, especialmente Salma.
Y Salma no es la única.
Alrededor de 4,6 millones de menores vivían en las 10 provincias turcas afectadas por el terremoto, según la Unicef, y otros 2,5 millones de niños se vieron afectados en la vecina Siria.
La Unicef añadió que las familias con menores están durmiendo en las calles, centros comerciales, escuelas, mezquitas, estaciones de autobuses y debajo de los puentes, todos temerosos de dormir bajo techo en caso de que más réplicas derrumben los edificios.
“Vi a muchos niños traumatizados en Antakya”, dijo Bilal Kazak, de 37 años, ciudadano turco nacido en Kazajstán que perdió a su madre y a su hermana en el terremoto.
Aunque en los días posteriores al terremoto han llegado alimentos, tiendas de campaña y caravanas con algo de calefacción, dice Kazak, todavía no hay suficiente apoyo de salud mental, especialmente para los menores.
En declaraciones a Zain Asher, de CNN, Oben Coban, portavoz de la organización de ayuda Save the Children en Turquía, afirmó que las víctimas muestran claros signos de trastorno de estrés postraumático (TEPT), especialmente los niños, muchos de los cuales se han quedado sin padres.
“Lo que también observamos es que esos niños que han perdido su educación, sus familias, sus esperanzas, ahora están luchando por encontrar una razón para mantenerse en este mundo”, dijo Coban.
“En este momento, lo único que puede mantenerlos en sus vidas es la esperanza en el futuro”.
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Trauma revivido en Siria
Para las víctimas de Siria, el terremoto es otra crisis en medio de una devastadora guerra civil de 12 años.
Los niños y las familias que se estaban recuperando del trastorno de estrés postraumático y de los continuos traumas provocados por las cicatrices de la guerra vuelven a estar en modo supervivencia, según ha explicado a CNN la doctora Alexandra Chen, psicóloga especializada en traumas que trata a víctimas del terremoto.
“Para las personas que han empezado a recuperarse lentamente y a recobrar un sentido de normalidad y a reconstruir sus vidas durante la última década, esto ha sido aterrador y desestabilizador tanto para los niños como para los adultos”, dijo Chen. “Algunos siguen negándolo, mientras que otros experimentan alucinaciones”.
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La ONU calcula que se han perdido más de 30.000 vidas en la guerra civil siria. La gente ya estaba luchando por reconstruir sus vidas, mientras miles huían del país buscando refugio en países cercanos.
Aunque antes se había establecido una especie de rutina, Chen afirma que la situación ha cambiado. “Antes del terremoto, la terapia no se basaba en la emergencia, y teníamos el tiempo y el espacio para procesar cosas muy difíciles, especialmente para aquellos que han sufrido tortura y violencia sexual”, dijo, y añadió que “estamos de nuevo en modo de emergencia”.
Chen afirma que los trabajadores humanitarios también están pasando dificultades. Entre la pérdida de sus propios familiares y hogares, y el rescate de personas de entre los escombros, su salud mental se ha deteriorado en medio de los esfuerzos de rescate en curso, dijo.
Los trabajadores humanitarios afirman que los problemas de salud mental son evidentes y se producen en medio de la necesidad de más alimentos y refugio.
Réplicas recurrentes
Para empeorar las cosas, los riesgos de nuevos temblores no han desaparecido.
“Mucha gente no se siente cómoda viviendo dentro (de edificios intactos)”, afirma Arlan Fuller, director de Respuesta y Preparación ante Emergencias de Project Hope, una organización no gubernamental sin fines de lucro con sede en Estados Unidos que apoya al personal sanitario en tiempos de crisis. Fuller y Project Hope se encuentran actualmente sobre el terreno en Gaziantep.
“He oído y visto muchas situaciones en las que la gente no quiere volver a entrar”, dijo Fuller a CNN, “O cuando están dentro, están constantemente centrados en la lámpara de techo, esperando a que se mueva”.
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Muchos menores se aferran a sus padres y no pueden soltarse, añadió, señalando que las réplicas repetidas no hacen más desencadenar sus síntomas.
Las réplicas siguen sintiéndose en toda Turquía. Precisamente el lunes, una réplica de magnitud 6,3 sacudió el sur de la provincia turca de Hatay, cerca de la frontera con Siria, causando al menos seis muertos y centenares de heridos.
La Cruz Roja turca informó que está prestando “primeros auxilios psicológicos” tanto a adultos como a menores afectados por el terremoto, informó la agencia de noticias estatal Anadolu. Esto incluye sesiones de terapia, así como tiendas de apoyo psicosocial instaladas por el Ministerio de Familia y el Ministerio de Sanidad, añadió Anadolu.
Salma, de 15 años, sigue angustiada. Pasa la mayor parte del tiempo con el teléfono y se niega a comer bien, dice su padre, Samer.
“Quiere comprar esos pequeños autos de juguete que tanto le gustaban a Hammoudeh (apodo de su hermano Mohammed) para ponerlos en su estantería, mirarlos y recordarlo”, explica Sharif.
“Sigo intentando hacerla reír, pero ya no es como antes”.
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