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OPINIÓN | La valentía implacable de los manifestantes iraníes es una prueba moral para Occidente

Alexandra Ferguson

Nota del editor: Frida Ghitis, (@fridaghitis) exproductora y corresponsal de CNN, es columnista de asuntos mundiales. Es colaboradora semanal de opinión de CNN, columnista del diario The Washington Post y columnista de World Politics Review. Las opiniones expresadas en este comentario le pertenecen únicamente a su autora. Ver más opiniones en CNN.

(CNN) — A 40 días de la muerte de Mahsa Amini bajo custodia de la intrusiva policía de la moral del régimen iraní, las protestas provocadas por su muerte se han hecho más generalizadas, más desafiantes y más decididas.

También se suman al imperativo moral para que el resto del mundo haga más.

En Saqqez, tierra natal de Amini, donde la joven de 22 años, también conocida como Zhina, está enterrada, miles de personas desafiaron a la policía y acudieron a marcar un día importante en el proceso de duelo, incluso cuando las fuerzas de seguridad dispararon balas reales y gases lacrimógenos para detenerlas.

También hubo manifestaciones en otras muchas ciudades: en Isfahan, las mujeres agitaron velos negros en el aire, coreando “¡Azadi, Azadi!”. (“¡Libertad, libertad!”) en farsi. En Shiraz, las jóvenes caminaban con confianza por las aceras de la ciudad sin velos, con el cabello al aire, en desafío a la ley iraní. En Amol, donde las autoridades ya han disparado y matado a manifestantes, hombres y mujeres desarmados marcharon directamente hacia las fuerzas de seguridad armadas, se arrodillaron, levantaron las manos y se declararon dispuestos a morir por su causa.

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Aunque la muerte de Amini se ha convertido en el detonante de este levantamiento, es el velo obligatorio, o hiyab, el que se ha convertido en su símbolo, porque su enfrentamiento con la policía de la moral era tan familiar para muchas mujeres. Amini fue de visita a Teherán el mes pasado, desde su ciudad natal, en la región kurda de Irán, cuando fue detenida por, supuestamente, no llevar correctamente el hiyab, una experiencia degradante que resulta familiar para las mujeres iraníes, que son acosadas habitualmente por infracciones menores de la vestimenta. Las autoridades afirmaron después que Amini murió de una enfermedad mientras estaba en un “centro de reeducación”.

Su familia dice que estaba perfectamente sana.

En las semanas transcurridas, el régimen ha matado a cientos de manifestantes pacíficos, entre ellos muchos niños y mujeres jóvenes idealistas.

Una de las adolescentes cuya valentía y muerte se ha convertido en un grito de guerra es Nika Shahkarami, una joven de 16 años que desapareció el mes pasado después de agitar su hiyab en el aire en una protesta en Teherán, y luego prender fuego a otro velo frente a una pequeña multitud.

Nika fue encontrada sin vida posteriormente. Aunque el Gobierno de Irán y los medios de comunicación estatales han afirmado que su muerte no tuvo nada que ver con la revuelta, una investigación de CNN encontró videos y testimonios de testigos que demuestran que fue perseguida por las milicias Basiji, fuerzas de seguridad vestidos de civil utilizadas por el régimen para reprimir a los manifestantes, tras su protesta. Testigos presenciales declararon a CNN que vieron a Nika entre grupos de manifestantes que estaban siendo detenidos esa misma noche. Esa fue la última vez que se le vio, días antes de que su maltrecho cuerpo fuera devuelto a su afligida familia. Ahora su madre también está reuniendo a los manifestantes.

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La valentía de los iraníes, jóvenes y mayores, que lo arriesgan todo por una oportunidad de libertad, está desafiando las predicciones de los hastiados observadores extranjeros. Recordando anteriores protestas fallidas, muchos han argumentado que la fuerza de esta, con sus gritos de “Mujeres, vida, libertad”, era poco más que una ilusión destinada al fracaso en las redes sociales.

Pero las protestas persisten. Siete semanas después, han durado más que cualquier otra revuelta desde que la revolución de 1979 derrocara al régimen de Pahlavi y llevara al poder a la teocracia actual. Y estas protestas son diferentes de sus predecesoras. En 2009, el Movimiento Verde apoyó a un candidato reformista. En 2019, los manifestantes denunciaron las duras condiciones económicas.

Esta vez, las mujeres, y los hombres que se han unido a ellas, gritan: “Muerte al dictador”. No se trata de una reforma. Se trata de un cambio fundamental.

Seamos sinceros. Desde el primer día de protestas, esto ha sido inspirador, pero también aterrador de ver. Hemos visto de lo que es capaz la República Islámica. Tememos por la seguridad de estos valientes, y puede parecer irresponsable animarlos. Después de todo, las probabilidades están en su contra. Y sin embargo, han tomado la decisión de seguir luchando. Merecen nuestra solidaridad.

Como proclamó un grupo de 12 ministras de Relaciones Exteriores en una declaración del 26 de octubre, “tenemos la obligación moral” de apoyar este movimiento dirigido por mujeres. Pero las personas que exigen su libertad en Irán necesitan algo más que un apoyo simbólico, aunque los símbolos importen.

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A Estados Unidos y otras potencias occidentales siempre les ha preocupado respaldar a los manifestantes iraníes, porque el régimen ya desprecia a quienes se oponen a ellos como herramientas de Occidente. El Gobierno de Obama permitió que tales preocupaciones amordazaran su respuesta durante las protestas de 2009. El Gobierno de Biden está tratando de evitar cometer el mismo error. Washington ya se ha pronunciado en repetidas ocasiones en apoyo del movimiento de protesta. El miércoles, el Departamento de Estado anunció nuevas sanciones contra los iraníes implicados en la represión de las manifestaciones.

Es un buen comienzo. Se debería prohibir la entrada a Estados Unidos a cualquier persona, funcionarios del régimen, las milicias Basiji, el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica, implicada en la represión de las protestas. Otros países deberían seguir su ejemplo.

Pero hay mucho más que se puede hacer.

Alemania anunció esta semana que, dada la situación, no puede haber “normalidad” en sus negocios con Irán, lanzando una amplia respuesta diplomática que incluye una revisión de las relaciones comerciales y financieras bilaterales, el apoyo a las organizaciones no gubernamentales que vigilan los crímenes contra los manifestantes y la ampliación de las protecciones para los “iraníes especialmente vulnerables”, entre otros esfuerzos.

Estados Unidos, sus otros aliados, las democracias de todo el mundo y cualquier país que rechace las acciones del régimen deberían unirse para aislar diplomáticamente a Irán. Las relaciones diplomáticas deben continuar, pero mientras Irán esté matando a los manifestantes, las relaciones deben reducirse. Irán también debe ser expulsado de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer de la ONU. Su presencia allí es una burla.

Luego está la cuestión del abandonado acuerdo nuclear de 2015, el Plan de Acción Integral Conjunto, o JCPOA, que el Gobierno de Biden ha estado intentando restablecer. Actualmente, las negociaciones para revivir el acuerdo, diseñado para retrasar la capacidad de Irán de construir un arma nuclear, están atascadas porque Irán sigue subiendo las apuestas. El secretario de Estado, Antony Blinken, ha dicho que no prevé volver al JCPOA a “corto plazo”. Esta frase probablemente significa que el objetivo de revivirlo no ha muerto del todo.

Estados Unidos y sus aliados quieren evitar que Irán tenga un arma nuclear, un objetivo irrefutable. Pero la reanudación del acuerdo podría aportar cientos de miles de millones de dólares al régimen que actualmente está matando a manifestantes pacíficos, armando a Rusia con drones asesinos utilizados para masacrar a ucranianos inocentes y continuando el apoyo a grupos terroristas en todo Medio Oriente. Como mínimo, debe reevaluarse la conveniencia de reactivar el acuerdo nuclear.

La implacable valentía de las mujeres iraníes, del pueblo iraní, es una oportuna prueba moral para el resto del mundo. Se merecen más de lo que han recibido.

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