OPINIÓN | Cuba y los misteriosos tentáculos de su burocracia
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Nota del editor: Jorge Dávila Miguel es licenciado en Periodismo desde 1973 y ha mantenido una carrera continua en su profesión hasta la fecha. Tiene posgrados en Ciencias de la Información Social y Medios de Comunicación Social, así como estudios posuniversitarios en Relaciones Internacionales, Economía Política e Historia Latinoamericana. Dávila Miguel es columnista de El Nuevo Herald en la cadena McClatchy, y analista político y columnista en CNN en Español. Los comentarios expresados en esta columna pertenecen exclusivamente al autor. Mira más en cnne.com/opinion
(CNN Español) — El Gobierno cubano ha vencido a muchos enemigos a lo largo de sus 62 años de existencia, pero uno lo sigue acompañando, tranquilo y cada vez más robusto. Problemático. El 2 de enero de 1966, Fidel Castro lo denunció públicamente, le llamó un mal “pequeño burgués”, aunque lo aclaró tan peligroso como el imperialismo yanqui. Era el “burocratismo” y lo definió como “el mundo hecho a imagen y semejanza de un pequeño burgués desde una oficina”. Y urgió, hace ya 57 años, a erradicarlo.
Ya Castro había tocado el tema crítica y públicamente, en un discurso frente a los empleados bancarios en 1961. El “Che” Guevara también se refirió al problema en su artículo Contra el burocratismo, publicado en 1963. Tanto Castro como Guevara reconocieron que el proceso revolucionario en la isla había contribuido no solo a mantener sino a alimentar a esa “lacra del pasado”. Lo que nunca imaginaron es que hasta hoy sería invencible, ni calcularon hasta dónde evolucionaría.
Dicha “lacra” fue considerada un problema en todos los congresos del Partido Comunista de Cuba: 1975, 1980, 1986, 1991, 1997, 2011, 2016 y 2021. En un principio, la gran preocupación partidista-gubernamental y su promesa de lucha se mantuvo circunscrita al orden burocrático administrativo: gestiones ineficientes, descoordinación, papeleo innecesario y los elementos superfluos que entorpecían la producción de bienes. Pero, como dijeron Heráclito y Juan Felaifel [i]: “Lo único permanente es el cambio”, y en Cuba las reglas del juego han cambiado.
En el congreso de 2016, Raúl Castro introdujo un elemento crucial y dañino del burocratismo socialista en la lista: la corrupción. Se había dado cuenta de cómo “personas sin compromiso y ética sean promovidos […] creando el caldo de cultivo para la corrupción…”. Ya no era el simple papeleo y trabas oficinescas expuestas en la satírica película La muerte de un burócrata, de 1966, donde el cine cubano cerraba filas en la lucha contra el mal, que tantos millones ha costado a la economía del país (además de los perdidos por la mala administración gubernamental), sino por la cada vez más generalizada corrupción, el robo, las comisiones en el extranjero, los desvíos comerciales, etc.
¿Cómo es posible que el Gobierno cubano no haya podido derrotar en 57 años a la archidenunciada burocracia? ¿Dónde se esconde?
Periodistas y analistas cubanos han tratado el tema del maléfico burocratismo: Darío Machado, en Rebelión[ii]; Mario Valdés Navia, en Temas, por citar solo a dos. Ambos definen su nefasta influencia. Machado dice: “La naturaleza democrática del socialismo en Cuba impone el combate permanente contra el burocratismo, fenómeno inversamente proporcional a la democracia”, así que es duro el problema. Pero Valdés Navia va más allá: “el socialismo cubano habrá de romper la triada burocracia-burocratismo-burócratas, o será destruido por ella” y, más adelante, propone nada más y nada menos que una “profunda revolución cultural”. Sugiere que dicha triada forma parte del Gobierno-Estado, aunque no lo dice claramente. Y mucho menos Machado. Pero ¿en qué recinto puede haberse refugiado ese mal durante tanto tiempo? Es evidente: entre las tupidas cortinas del poder.
Es que la burocracia socialista cubana y su hija, la mercoburocracia son muy inteligentes y tal vez nunca podrán ser derrotadas, porque se encuentran, como la sabrosa grasita del jamón de Jabugo, entreverada dentro del músculo del pernil. Dentro de las estructuras administrativas, distribuidoras y productoras del Estado cubano. Los mercoburócratas –estructurados en cadenas verticales, desde altas posiciones hasta el distribuidor de a pie, y a menudo favorecidos por lazos familiares– están interesados en que nada cambie en el panorama productivo de Cuba. Oponiéndose y poniendo trabas a las reformas económicas del Gobierno. Son protagonistas del llamado “bloqueo interno”. Apoyan, por conveniencia propia y no por principio alguno, el inmovilismo de la “continuidad”.
Es una durísima situación para el Gobierno cubano, porque dentro de sí mismo se encuentra uno de sus peligrosos enemigos. No el mayor, pero sí el más protegido. Hay otros más importantes: Washington y su embargo, la baja producción nacional, la inflación, el fatal estado del sistema de salud cubano, la creciente desigualdad social.
Hace tres años y medio el presidente Miguel Díaz-Canel alertaba a la población: “Hay burocracia al lado de nosotros, frente a nosotros, detrás de nosotros y, a veces, cuando uno se pone a buscar, se da cuenta de que estaban los recursos, estaba la voluntad, estaban las posibilidades y no se hacen las cosas porque alguien las trabó”.
Señor presidente, tuvo usted razón al ubicar a la dañina burocracia “al lado de nosotros”, el problema es cómo su Gobierno podrá acabar con ella, y cuán dañina terminaría siendo la automutilación.
[i] Juan Felaifel Canahan, infiltrado por los servicios de inteligencia cubanos en la CIA de 1963 a 1966, cuando regresó a Cuba y declaró sobre actividades de la CIA en el Tribunal Internacional
[ii] https://rebelion.org/la-decisiva-lucha-contra-el-burocratismo/
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