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El antiguo ADN de una adolescente revela a un grupo humano desconocido hasta ahora

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Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos

Alexandra Ferguson

(CNN) — Los huesos de una adolescente cazadora-recolectora que murió hace más de 7.000 años en la isla indonesia de Sulawesi cuentan la historia de un grupo humano hasta ahora desconocido.

Según una nueva investigación, este linaje humano distinto nunca se ha encontrado en ningún otro lugar del mundo.

El estudio se publicó este miércoles en la revista Nature.

“Hemos descubierto el primer ADN humano antiguo en la región insular entre Asia y Australia, conocida como ‘Wallacea’, proporcionando una nueva visión de la diversidad genética y la historia de la población de los primeros humanos modernos en esta parte del mundo poco conocida”, dijo el coautor del estudio Adam Brumm, profesor de arqueología en el Centro de Investigación de la Universidad de Griffith para la Evolución Humana, a través de un correo electrónico.

Los investigadores descubrieron los restos de una joven cazadora-recolectora de hace 7.000 años en la cueva de Leang Panninge.

Los primeros humanos modernos utilizaron las islas Wallacea, principalmente las indonesias que incluyen Sulawesi, Lombok y Flores, cuando cruzaron desde Eurasia hasta el continente australiano hace más de 50.000 años, creen los investigadores. Sin embargo, se desconoce la ruta exacta o cómo navegaron durante esta travesía.

“Debieron hacerlo utilizando algún tipo de embarcación relativamente sofisticada, ya que no había puentes terrestres entre las islas, ni siquiera durante los picos glaciares de la última edad de hielo, cuando el nivel global del mar era hasta 140 metros más bajo que el actual”, explica Brumm.

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Las herramientas y las pinturas rupestres han sugerido que los humanos vivían en estas islas hace 47.000 años, pero el registro fósil es escaso y el ADN antiguo se degrada más rápidamente en el clima tropical.

Sin embargo, los investigadores descubrieron el esqueleto de una mujer de entre 17 y 18 años en una cueva de Sulawesi en 2015. Sus restos fueron enterrados en la cueva hace 7.200 años. Pertenecía a la cultura toaleana, que únicamente se encuentra en una zona de la península suroccidental de Sulawesi. La cueva forma parte de un yacimiento arqueológico llamado Leang Panninge.

Las puntas de Maros se asocian a la cultura toaleana.

“Los toaleanos es el nombre que los arqueólogos han dado a una cultura bastante enigmática de cazadores-recolectores prehistóricos que vivieron en las llanuras y montañas boscosas del sur de Sulawesi entre hace unos 8.000 años y aproximadamente el siglo V de nuestra era”, explica Brumm por correo electrónico. “Fabricaban herramientas de piedra muy características (entre ellas diminutas puntas de flecha finamente elaboradas conocidas como ‘puntas de Maros’) que no se encuentran en ningún otro lugar de la isla ni de la Indonesia en general”.

La joven cazadora-recolectora es el primer esqueleto prácticamente completo y bien conservado asociado a la cultura toaleana, precisó Brumm.

La autora principal del estudio, Selina Carlhoff, pudo recuperar el ADN del hueso petroso en forma de cuña de la base del cráneo. “Fue un gran desafío, ya que los restos se habían degradado mucho por el clima tropical”, dijo Carlhoff, también candidata al doctorado en el Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana en Jena, Alemania, en un comunicado.

Los secretos que esconde el ADN

El trabajo para recuperar la información genética mereció la pena.

El ADN de la joven demostró que descendía de la primera oleada de humanos modernos que llegó a Wallacea hace 50.000 años. Esto formó parte de la colonización inicial de la “Gran Australia”, es decir, la masa de tierra combinada de la edad de hielo de Australia y Nueva Guinea.

Estos son los ancestros de los actuales indígenas australianos y papúes, dijo Brumm.

Se utilizaron restos fragmentarios del cráneo de la joven para recuperar su ADN.

Y resulta que el genoma más antiguo rastreado hasta las islas Wallacea reveló algo más: antiguos humanos desconocidos hasta entonces.

También comparte ascendencia con un grupo separado y distinto de Asia que probablemente llegó después de la colonización de la Gran Australia, ya que los australianos indígenas modernos y los papúes no comparten ascendencia con este grupo, dijo Brumm.

“Anteriormente, se pensaba que la primera vez que personas con genes asiáticos entraron en Wallacea fue hace unos 3.500 años, cuando los agricultores de habla austronesia procedentes del neolítico de Taiwán atravesaron las Filipinas y llegaron a Indonesia”, dijo.

“Sugiere que podría haber existido un grupo distinto de humanos modernos en esta región del que no teníamos ni idea hasta ahora, ya que los yacimientos arqueológicos son muy escasos en Wallacea y los restos óseos antiguos son raros”.

No quedan descendientes de este linaje.

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Su genoma incluía otro rastro de un enigmático y extinto grupo de humanos: los denisovanos. El puñado de fósiles que indican que estos primeros humanos existieron alguna vez proceden en su mayoría de Siberia y el Tíbet.

“El hecho de que sus genes se encuentren en los cazadores-recolectores de Leang Panninge apoya nuestra hipótesis anterior de que los denisovanos ocuparon una zona geográfica mucho más amplia” de lo que se entendía hasta ahora, dijo en un comunicado el coautor del estudio, Johannes Krause, profesor de Arqueogenética del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Leipzig, Alemania.

Pero cuando se comparó su ADN con el de otros cazadores-recolectores que vivieron al oeste de Wallacea en la misma época, su ADN no contenía ningún rastro de ADN denisovano.

“La distribución geográfica de los denisovanos y los humanos modernos puede haberse solapado en la región de Wallacea. Es posible que sea el lugar clave en el que se cruzaron los denisovanos y los antepasados de los indígenas australianos y papúes”, afirmó en un comunicado Cosimo Posth, coautor del estudio y profesor del Centro Senckenberg de Evolución Humana y Paleoambiente de la Universidad de Tubinga, en Frankfurt, Alemania.

Los investigadores no saben qué pasó con la cultura toaleana, y este último descubrimiento es una pieza del rompecabezas que intentan comprender la antigua historia genética de los humanos en el sudeste asiático. Brumm espera que se pueda recuperar más ADN antiguo del pueblo toaleano para revelar su diversidad “y su historia ancestral más amplia”.

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