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ANÁLISIS | La trampa ideológica

(CNN Español) — Ustedes recuerdan que el año pasado en Estados Unidos el uso de las mascarillas identificaba preferencias políticas de las personas. Muchos partidarios de Donald Trump no las usaban y la mayoría de sus opositores sí lo hacían. Es decir, se politizó el uso de una herramienta sanitaria tan relevante como es el barbijo.

En Brasil ocurrió algo parecido con el distanciamiento social. El presidente Jair Bolsonaro subestimó esta medida y sus rivales defienden el respeto del distanciamiento social para prevenir la propagación del covid-19.

En Argentina está sucediendo un fenómeno similar pero con otra herramienta sanitaria: las vacunas. No porque exista un movimiento favorable a las vacunas y otro en contra de ellas, como ocurre u ocurrió en algunos países. Aquí existe un consenso favorable y una tradición muy importante de vacunación. Y eventualmente, si existe algún movimiento antivacunas, es muy menor y prácticamente imposible de identificar. Lo que se ha politizado en Argentina, lo que distingue hoy al gobierno y sus partidarios de la oposición y sus seguidores no es la vacuna, sino su origen.

El Gobierno defiende el uso de las vacunas rusas y chinas. La oposición plantea que deben adquirirse dosis de Pfizer. La empresa norteamericana hizo en Argentina uno de los ensayos de fase 3 más importantes del mundo aunque luego no se concretó la compra de dosis por parte del Gobierno. Hubo discusiones políticas muy serias alrededor de este problema. Se argumentó desde sectores del oficialismo que Pfizer pretendía recursos naturales de Argentina a cambio de las vacunas. Y Cecilia Moreau, una diputada del oficialismo, fundamentó en una entrevista en «Radio con vos» que Brasil y Perú habían entregado efectivamente recursos naturales y que Argentina debía proteger sus ríos y sus cataratas de las manos de Pfizer, cosa que, por supuesto, no tenía mayor fundamento.

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La oposición comenzó a subrayar esta situación y esta semana uno de los responsables del mecanismo Covax para América Latina, Santiago Cornejo, dijo públicamente, aunque después lo relativizó, que Argentina había rechazado una oferta de Covax de recibir vacunas Pfizer. Esto disparó el debate al infinito. A punto tal que la ministra de Salud, Carla Vizzotti, pidió en una conferencia que “bajen la tensión y la obsesión que tienen con Pfizer”. Como contracara de todo esto, la oposición plantea que el Gobierno no está atendiendo la salud de los argentinos como corresponde y que tenemos una segunda ola como consecuencia del manejo en la adquisición de vacunas.

Detrás de esta discusión afloran intereses electorales. Este año hay elecciones legislativas. Según puede verse en una encuesta de la Consultora Synopsis, que entrevistó a 1265 personas entre el 13 y el 16 de mayo de 2021, quienes que ya fueron vacunados ponderan mejor al gobierno que los no vacunados.

Algunos analistas políticos aseguran que el gobierno de Alberto Fernández está mostrando una visión geopolítica al comprar vacunas a los chinos, a los rusos y al negociar enérgicamente con el gobierno cubano. Se realizaron reuniones oficiales en La Habana entre autoridades argentinas y cubanas para avanzar en la compra, en el futuro, de las vacunas Abdala y Soberana 02.

Argentina ha politizado la herramienta sanitaria más importante que hoy tiene el mundo. Como sucedió originalmente en Estados Unidos con las mascarillas y posteriormente en Brasil con el distanciamiento social. Increíblemente, Argentina ha caído en la trampa de politizar el manejo de la pandemia.

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