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Pandilla MS13 aterroriza a un barrio cercano a la Casa Blanca

“La gente aquí vive con miedo” -esto es lo que ha confesado Abigail Bautista, una guatemalteca, madre de cinco hijos, en un extenso reportaje publicado por The Washington Post sobre la presencia de miembros de la pandilla MS-13 en Langley Park, una comunidad que se encuentra nada menos que a siete millas de la Casa Blanca.

A partir de ese día, Bautista ha tenido que pagarles a los jóvenes delincuentes de la Mara Salvatrucha con cierta regularidad si quiere mantener su pequeño carro de ventas.

Por su propia condición de indocumentada, a esta mujer ni siquiera le pasó por la cabeza recurrir a la policía, por temor a que sus datos cayeran en manos de los Servicios Migratorios. La sombra de la deportación era más fuerte, pues, que la presencia de pandillas en su barrio.

“Aquí, hay reglas”, dice que le dijo uno de sus extorsionadores. Entonces esta vendedora ambulante empezó a pagarles.

Esta es una realidad en la mayoría de las grandes ciudades de Estados Unidos. Boston, Virginia y Houston fueron los últimos escenarios de una serie de macabros asesinatos perpetrados por la MS-13, un grupo cuya aniquilación se encuentra dentro de los principales intereses de la actual administración republicana.

Sin embargo, dice el diario capitalino, el discurso enfático de Trump ha ignorado que la mayoría de las víctimas de esta peligrosa pandilla no son estadounidenses, sino inmigrantes indocumentados; y que, además de las muertes, un daño silencioso se ha extendido por no pocos barrios del país: el de la extorsión y la intimidación.

Otra de las vecinas de Langley Park ha relatado que miembros del grupo delincuencial la obligaron a pagar, si no quería encontrar a su marido muerto dentro de un contenedor de basura. Hubo incluso una a la que los bandidos le dieron unos días para entregarles 1,500 dólares a principios de este año, o de lo contrario le matarían a sus hijos en un país de America Central.

Las operaciones de este grupo en Langley Park varían de oportunistas a organizadas. Los miembros siembran el terror con asaltos aleatorios a los residentes y ataques organizados contra sus rivales. Además, el grupo administra burdeles y operaciones de extorsión, cuyos ingresos se envían a líderes encarcelados en el extranjero.

Si bien en Langley Park este fenómeno data de hace unos quince años, la realidad es que, luego de un periodo de calma, en 2012, justo cuando Abigail Bautista se mudó para ese barrio latino, la MS-13 inició un proceso de recuperación, impulsado por la entrada de nuevos reclutas provenientes de una oleada sin precedentes de casi 200,000 menores no acompañados de El Salvador, Guatemala y Honduras que habían sido autorizados para que cruzaran la frontera de Mexico con Estados Unidos.

Según el FBI, aunque solo una fracción de ellos se unió a MS-13, esta oleada de jóvenes sin dominio del ingles y con escasa formación educativa impulsó el resurgir de la pandilla y su alcance en muchas comunidades.

Otra área en la que ha aumentado la extorsión es la de las tiendas ilegales de ventas de todo tipo de productos que los mismos inmigrantes montan a espaldas de la ley en el condado Prince George. Tan pronto como la pandilla se entera, sus miembros llegan, exigen dinero y amenazan con violencia.

Esto fue lo que le ocurrió a una mujer que en 2015 abrió una cantina en su propio apartamento: un adolescente del MS-13 llamó a su puerta y le anunció que a partir de esa fecha le pagaría 50 dólares a la semana. Cuando unos días más tarde, su esposo les pidió que la dejaran en paz, los delincuentes, armados con cuchillos, regresaron y la amenazaron con asesinar al esposo y dejar su cuerpo en el basurero del edificio.

Durante un año ella estuvo pagando, hasta que en 2016 la policía allanó su negocio ilegal de venta de comida.

Las operaciones de prostitución y drogas de la MS-13 en Langley Park tambien son rentables. Antes extorsionaban a los proxenetas, pero hay indicios de que la pandilla se está volviendo más organizada. Este verano, la policía allanó un burdel dirigido por una rama particularmente poderosa de la MS-13 llamada Sailors. Los agentes derribaron la puerta y los pandilleros saltaron desde las ventanas de un segundo piso, según testigos. Dentro del departamento, habían levantado muros para crear habitaciones privadas y que allí las jóvenes ejercieran la prostitución obligatoria.

Este mismo grupo extorsiona a los traficantes y vende drogas, según una acusación federal presentada este año. Cuando la policía irrumpió en un domicilio en mayo, descubrió que el apartamento se usaba como una guarida ilegal para cerveza y drogas.

Lo peor para Abigail Bautista fue que su propio hijo adolescente fue acosado en incontables ocasiones por la MS13. Un día, mientras dormía, llegó la policía y le comunicó que habían encontrado el cuerpo sin vida de de Denis.

De las muchas víctimas de MS-13 en Langley Park, apunta The Washington Post, pocas están dispuestas a hablar por temor a la pandilla. Bautista es la rara excepción. Aunque el asesinato de su hijo ha servido como una advertencia para los demás, la ha animado a perseguir a los delincuentes.

Despues de la muerte de Denis, esta mujer comenzó a elaborar una lista de actividades de MS-13 en el área. Aunque algunos de los implicados ya habían sido arrestados, hubo uno que todavía estaba prófugo, por lo que Bautista fue a buscarlo, lo encontró a un McDonald’s y le hizo unas fotos. Finalmente, el joven fue arrestado tras haber huido a Texas.

“Quería ayudar a la policía a lidiar con estos sinvergüenzas”, ha dicho esta mujer. Desde entonces ha ayudado a las autoridades estatales y federales a armar casos contra los presuntos asesinos de su hijo.

Dos semanas despues de la muerte de su hijo, una carta fue deslizada por debajo de su puerta.

“Si sigues hablando, habrá consecuencias”, decía la nota con una letra infantil.

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